La ciudad colombiana es un referente, siempre, de «urbanismo social»; continuamente surgen comentarios sobre esta ciudad en charlas en las que participo; son muchas las ocasiones, en las que yo mismo, mi interlocutor o cualquier otro asistente, hago o hacen referencia a esta ciudad de Medellín. No obstante, la ciudad no es un modelo en cuanto a niveles elevados de tecnología que incorpora. La conclusión que podemos extraer de todo esto es bastante evidente: la ciudad más “inteligente” no es siempre la que tiene más tecnología, sino que hay otros factores mucho más importantes, concretamente, la habitabilidad y la sostenibilidad.
La incorporación de la tecnología está bien, siempre y cuando no se utilice como un fin, sino como medio para mejorar la vida de las personas que habitan la ciudad y mejorar la gestión de los recursos. Desde este perspectiva, la “ciudad más inteligente” o a la que deberíamos aspirar en un futuro, será aquella que logre los niveles más elevados de habitabilidad para sus habitantes y de sostenibilidad de cara al futuro, independientemente de los niveles de tecnología que emplee para lograrlo.
En este sentido Medellín es, sin duda, un ejemplo de transformación. Hace años era una de las ciudades del mundo con más asesinatos y ahora es todo un ejemplo de habitabilidad y sostenibilidad a nivel mundial. Y, curiosamente, no lo han conseguido con la instalación de sensores y computadoras, sino con la creación de instalaciones deportivas y la mejora de las comunicaciones entre los barrios más pobres y el resto de la ciudad, para integrarlos en una comunidad única.
La historia de Medellín, la segunda ciudad más grande de Colombia, tras su capital, Bogotá, es similar a la de muchas otras ciudades de Latinoamérica, pero con un final mucho mejor, gracias a la buena gestión de sus gobernantes.
Medellín, antes de la transformación
En los años 50, Medellín experimentó un rápido y desorganizado crecimiento poblacional, como consecuencia de los importantes movimientos migratorios hacia las grandes ciudades. En 50 años, desde 1940 a 1990, la población de la ciudad pasó de 170.000 habitantes a cerca de 2 millones. Este rápido crecimiento hizo que proliferaran los asentamientos ilegales en los alrededores de la ciudad, generando, en la periferia, numerosos problemas de violencia e inseguridad, falta de acceso a una vivienda y carencia de cualquier infraestructura pública.
El problema se hizo aún mayor debido a la falta de espacio. Medellín se encuentra en un valle, en donde el espacio de crecimiento es limitado y, dada la elevada proliferación de estos asentamientos ilegales, muchos de ellos empezaron a extenderse hacia las montañas, poniendo en peligro la seguridad de sus habitantes en época de lluvias, debido a los deslizamientos de tierra.
La lista de problemas que acompañaban a estos asentamientos ilegales era cada vez más amplia: desde grandes dificultades para mantener el orden y gobernar la ciudad, como consecuencia de la violencia extendida a causa de los enfrentamientos entre las bandas de narcotraficantes que controlaban los diferentes barrios, a la falta de seguridad en las construcciones, con los consiguientes peligros de derrumbamiento, pobreza, problemas de accesibilidad, falta de infraestructuras, ocupación ilegal de la tierra o degradación del medio ambiente, por nombrar algunos.
La transformación de Medellín
Todos estos problemas no son exclusivos de Medellín, sino que están presentes en muchas de las grandes ciudades de latinoamérica. Lo que diferencia a Medellín de las otras ciudades es su enfoque creativo, valiente e integrador, para dar una solución a estos asentamientos informales y elevar, al mismo tiempo, la calidad de vida de sus residentes, mejorando así, la habitabilidad en toda la ciudad.
Desde 1991, la ciudad ha reducido sus tasas de homicidio en un 92,1%, la tasa de desempleo ha pasado del 23% en 1990 al 10,2% en 2014 y la pobreza extrema que asolaba al 19,4% de la población en 1991, cayó hasta el 2,8% en 2015.
Con estas cifras y una población de 3,7 millones de habitantes, Medellín es una muestra de la notable transformación urbana que se puede lograr con determinación, visión y creatividad, a pesar de contar con unos recursos limitados.
Para lograr esta inscreíble transformación en apenas 20 años, fue necesario un enfoque integral que implicaba cambios importantes en la ciudad:
Primer paso: resolver el tema de los asentamientos ilegales
En los años 90, los gobernantes de Medellín empezaron a buscar soluciones a estos asentamientos ilegales y, a pesar de la falta de fondos y mano de obra, decidieron aceptar el enorme desafío y ponerse manos a la obra. Sin embargo, enseguida se dieron cuenta de que necesitaban ideas innovadoras.
“No es posible resolver informalidades con procedimientos formales, así que buscamos otras formas de intervenir con una metodología de reurbanización”, señala Jorge Alberto Pérez Jaramillo, Director de Planificación de Medellín entre 2012 y 2015.
En una maniobra completamente inusual, el gobierno decidió empezar a legalizar gradualmente los asentamientos ilegales. Una a una, se fueron evaluando todas las casas de los asentamientos y las que se clasificaron como estructuralmente firmes fueron legalizadas. También se llevaron a cabo mejoras en las residencias. Esta medida evitó la necesidad de poner en práctica costosos programas de reubicación, dado que solo fueron reubicados aquellos cuyas viviendas no eran seguras; al tiempo que otorgaba a los residentes de los asentamientos reconocimiento como legítimos residentes de la ciudad y les conceda dignidad.
Conceder estatus legal a los asentamientos y mejorar la calidad de sus viviendas marcó el comienzo de la transformación de Medellín, pero eso era solo el principio. El principal objetivo era conseguir integrar a sus residentes, en su mayoría pobres procedentes de las regiones rurales de Colombia; y mejorar su calidad de vida para que la violencia dejara de ser una opción en sus vidas.
Con el tiempo, se pusieron en marcha diversos proyectos sociales y de infraestructuras.
Segundo paso: mejorar las comunicaciones entre los asentamientos y el centro de la ciudad
Una de las principales preocupaciones de los gobernantes era la inaccesibilidad de los asentamientos, especialmente aquellos localizados en las montañas. Para resolver este problema, decidieron instalar toda una serie de teleféricos y escaleras mecánicas que conectaran los asentamientos a la red de metro, creando nuevas redes de transporte público. Esto fue fundamental, dado que conectar los asentamientos con el centro de la ciudad abrió todo un abanico de oportunidades de trabajo y educación para sus residentes.