La democracia nace en el alcalde no en el gobierno de la nación.
Cuando hablamos de crear Ciudades Inteligentes, hablamos de colaborar con el desarrollo de las ciudades mismas, hablamos de dar valor al gobierno municipal y a sus iniciativas, porque estas están –o deberían estar- más próximas al ciudadano, que lo están las que promueven los gobiernos centrales.
No hablamos de Smart Country, hablamos de Smart City e incluso hablamos de un proyecto de Ciudad Inteligente, como un proyecto de desarrollo económico y social.
Pero es cierto que la estructura democrática actual pierde valor a nivel estado para ganarlo a nivel municipio. Los niveles de abstención en los comicios que se celebran en los países más democráticos del mundo, crecen en cada convocatoria electoral, mientras que la participación en votaciones a legisladores municipales aumenta.
Por otro lado, mientras los partidos políticos ponen etiquetas donde ya no existen porque la evolución de la civilización ha roto los conceptos de derechas e izquierdas, los gestores municipales son elegidos por ellos mismos y no tanto por el partido que representan. Este hecho es más notorio en ciudades pequeñas, en donde el candidato a alcalde es un vecino más, es una persona que vive en el día a día los problemas de su ciudad e incluso los viene compartiendo con otros vecinos de su casa, de su barrio, de su ciudad. Se eligen a lideres comprometidos, no a nombres propuestos en las listas de los diferentes partidos políticos.
Las estructuras democráticas actuales tienen más de 400 años, son ya antiguas, son obsoletas y hay que pensar en cambiarlas.
Existen estados soberanos que establecen regulaciones y normativas que interesan al Estado, pero frenan a las ciudades. No hay más que ver como países como China, tan proteccionistas y con unas legislaciones muy cerradas, se fijan en su recién adquirida Hong-Kong; ven cómo ha crecido a diferencia del desarrollo de otras ciudades del mismo país y deciden crear las Zonas Económicas Especiales con una leyes de libre mercado que permitan el rápido favorecimiento de la economía de la ciudad en un afán de reconocer el poder de la ciudad frente al de la nación.
Los estados son soberanos y autónomos con jurisdicciones y territorios separados unos de los otros y que se atreven a anunciar que son capaces de solucionar los problemas de sus ciudadanos, cuando realmente sus ciudadanos no confían en ellos y cuando sus ciudadanos están más próximos a otros modelos de gobierno, más próximos a esos problemas, los gobiernos municipales.
¿No estaremos haciendo política al revés?; ¿no deberían ser los ayuntamientos los que marquen la agenda de los políticos regionales y estos la de los nacionales?. Abraham Lincoln decía que la democracia es el gobierno del pueblo por el pueblo, ¿pero es realmente esa la democracia que tenemos?. Si la democracia empieza por el pueblo, por el ciudadano, debe continuar hacia arriba que es el alcalde y de ahí debería seguir ascendiendo a cotas políticas más amplias, pero siempre representadas por los alcaldes como representantes directos de los ciudadanos. Lo que sucede es todo al revés, todo es disfuncional; debemos cambiar el sujeto político, debemos de dejar de hablar de fronteras, de naciones ya hablemos de ciudades. Porque si hablamos de ciudades, hablamos de los ámbitos físicos donde nacen las civilizaciones, donde nace la cultura de las regiones, donde nace la democracia, es el lugar en donde existen los lugares de convivencia, donde se favorece la vecindad, el diálogo, los lugares en donde nos reunimos, en donde nos expresamos, a veces de forma drástica en exceso: la Bastilla y la Revolución francesa, la Puerta del Sol y el Movimiento 15M, la Plaza de Tianamenn y la rebelión de los estudiantes, …, son lugares que nos traen recuerdos de cambio, de democracia del pueblo para el pueblo.
Las ciudades no son solo las instituciones más antiguas, son las más perdurables; Constantinopla y Estambul existen antes que Turquía; Roma es anterior a Italia; Alejandría antecedió a Egipto; en España, Mérida, Cesar Augusta, Cartagena, … son más antiguas que el estado al que ahora pertenecen. Las ciudades prevalecen a los estados, son los lugares en donde nacemos, en donde nos desarrollamos, en donde nos educamos, en donde envejecemos y en donde morimos. Son nuestro hogar, a diferencia de los estados que son abstractos, movibles a tenor de las circunstancias políticas y económicas y sujetos a tensiones, diferencias, … a guerras y conflictos.
Aristóteles lo dijo: “el hombre es un animal político” y el hombre está en las ciudades, su hogar, repito.
El ejemplo más claro lo da el desarrollo actual de las ciudades inteligentes; es este un movimiento, que si bien lo quieren conducir los Estados, surge de la iniciativa de las ciudades, y son estas las que trabajan en el equilibrio social, en el cuidado del medioambiente y en el aprovechamiento energético natural. El cambio climático se gestiona desde las iniciativas que promuevan las ciudades, no tanto desde lo que decidan los Presidentes de los países reunidos de vez en cuando en grandes y majestuosas cumbres internacionales.
Los alcaldes y los ciudadanos deben ser quienes gobiernen y deben ser ellos los que dirijan a organismos de más alto espectro geográfico para la coordinación de iniciativas y su ordenamiento común. Y ya lo hacen en muchas parte del mundo, cuando se llevan a cabo iniciativas desde hace años de colaboración entre distintas ciudades para favorecer políticas comunes y que en algunos casos saltan fronteras estatales; es el caso de los proyectos comunes de comunicación entre Seattle (EEUU) y Vancouver (Canadá), o entre varias ciudades ubicadas en los diferentes países costeros del Golfo de Guinea: Camerún, Nigeria, Ghana, Costa de Marfil, … o entre ciudades del Oeste de la India o del Sur de China.
Los Municipios son la clave del buen gobierno. Mientras que un Presidente de Gobierno o Primer Ministro debe prevalecer la ideología política sobre cualquier otra cosa y debe estar adscrito a un Partido Político, en un Alcalde prevalece el interés hacia la mejora de la convivencia en su ciudad, porque él lo viene viviendo a diario; de hecho a nivel municipal surgen partidos políticos locales, sin ámbito nacional porque lo único que pretenden es el mejor gobierno de su municipio como ente fundamental de la mejora del bienestar y del desarrollo social.
Los alcaldes son pragmáticos, están cerca de los problemas, los viven. Estando yo de visita profesional en la Ciudad de Guadalupe hace unos meses, sucedió que esperábamos al Alcalde de la ciudad para tratar unos asuntos y este no se presentó, lo cual en un primer momento nos disgustó porque eso iba a suponer no poder abordar un tema de interés; hasta que rapidamente fui informado de que el Alcalde Cienfuegos había antepuesto la conveniencia de visitar una zona de la ciudad que acababa de ser anegada por el agua tras una fuerte tormenta y estar al lado de sus conciudadanos, que venir a hablar conmigo sobre un asunto que podía esperar; antepuso el apoyo a su gente, al interés de compartir conmigo la asistencia a un evento que le iba a dar visibilidad política. Este es uno de tantos ejemplo de la actividad de un Alcalde, más cerca de los intereses de las personas, que de sus intereses políticos.
En mi libro “La Ciudad Inteligente, ciudad al fin y al cabo” explico que un alcalde debe ser gestor, debe ser visionario; a un Primer Ministro en cambio, se le deben reconocer otros valores más etéreos: estratega, hábil, carismático, etc.
Las ciudades son multiculturales, participativas, abiertas, democráticas e independientes; frente a los intereses que a nivel Gobierno del estado que frenan el desarrollo y supeditan los intereses de la población a sus acciones usadas en intereses ideológicos.
Los países compiten en quien es el más fuerte, el mejor, el más rico, el más competitivo; las ciudades no compiten, colaboran unas con otras.
Iniciativas para frenar el cambio climático no surgen de los grandes foros internacionales que comentábamos, las promueven los alcaldes diseñando políticas de eficiencia energética como en Málaga, o reduciendo la delincuencia con sistemas de transporte público como en Medellín, o con el reacondicionamiento de edificios en Nueva York para reducir el consumo energético o en Bogotá que implantó unos sistemas de transporte que favoreció el traslado de trabajadores y ello hizo impulsarse el empleo en la ciudad, además de reducir la contaminación atmosférica, o el caso de la Ciudad de Guadalupe –a la que antes he hecho referencia- en donde su Alcalde Cienfuegos diseñó un pasillo verde que cruza la ciudad para favorecer la convivencia y para dotar a la ciudad de una perspectiva verde y respetuosa con el medio ambiente. Estas y muchas más, son las iniciativas que Alcaldes de todo el mundo promueven de forma real, mientras que los gobiernos nacionales se pierden en discusiones y tensiones.
La conclusión, es que realmente vivimos en un mundo sin fronteras, en donde las enfermedades no tiene fronteras, el movimiento de las personas por intereses educativos, profesionales o sociales no tiene fronteras; las ciudades no ponen las fronteras, las abren, las eliminan por el bien de su comunidad.
Las tecnologías y las comunicaciones eliminan fronteras, las comunicaciones virtuales de redes sociales favorecen las relaciones entre las personas por encima de sus nacionalidades, las redes de comunicación física vial favorecen el desplazamiento y el entendimiento de las personas y el intercambio cultural, profesional y social. Recuperemos pues la política para el ciudadano representado por su Municipio. Los Gobiernos nacionales acaparan cada día más poder y nos estrangulan con sus errores y escasos aciertos. La popularidad de los políticos nacionales baja, cuando la de los representantes municipales es más aplaudida.
Hay que globalizar la democracia y democratizar la globalización si no queremos caer en problemas de ingobernabilidad o populismo, dado que este se aprovecha de la falta de interés de la población en la política y atiende a mensajes vacuos pero sensacionalistas.
El ejercicio de la democracia real no nace de las naciones, nace del pueblo, de la ciudad, nació en la polis (Grecia), no en la cosmópolis. Hay que crear pues una democracia global gestionada por alcaldes; se hace necesario –como indica Benjamin Barber- crear un Parlamento Global de Alcaldes.
Este es unos los objetivos que llevo cuando promuevo desde mi humilde posición, la creación de Asociaciones Ciudades Inteligentes; pretendo con esto colaborar con los alcaldes para que desarrollen iniciativas de Smart City que no dependan de la lentitud de las políticas nacionales.